13 setiembre 2006

Cardiología, del magnetófono al MP3

Los teléfonos y los reproductores musicales no son los únicos dispositivos móviles que se han beneficiado de la miniaturización y la digitalización. Equipos tan críticos como los registradores cardiacos ambulatorios comparten actualmente con los productos de consumo características como el almacenamiento en memoria flash, la ampliación mediante tarjetas y la sincronización con el PC.
Desde el punto de vista médico, no hay nada tan revelador sobre el estado de un corazón como un electrocardiograma. Se trata de registrar gráficamente el ritmo cardiaco mediante varios electrodos colocados sobre el pecho del paciente, en busca de anomalías. El uso del sistema está documentado ya en el año 1895
El problema es que algunas cardiopatías, como las arritmias, las taquicardias y otras, pueden manifestarse únicamente en determinadas circunstancias de la vida diaria del paciente, permaneciendo ocultas para los electrocardiogramas ocasionales. En tales casos, es preciso llevar a cabo un registro ambulatorio, monitorizando el ritmo cardiaco durante un periodo más largo, generalmente 24 horas, durante el cual el paciente realiza su actividad cotidiana, desde trabajar hasta comer y dormir.
Este tipo de registros, denominados Holter, deben su nombre a su creador, el doctor Norman Holter, un cardiólogo norteamericano que observó la necesidad de disponer de monitores cardiacos que los pacientes pudieran llevar consigo durante periodos más prolongados. Su primer prototipo de 1947 (foto de la izquierda, Heart Rhythm Foundation), no era siquiera un registrador, sino un emisor que transmitía los latidos por radio a la consulta del médico. Con casi 40 kilos de peso, no resultaba muy práctico; es probable que más bien contribuyera a empeorar la dolencia de quien lo llevaba.
Con el tiempo, la intervención de un especialista en electrónica y la financiación del sistema sanitario público, Holter logró en 1952 reducir el peso del equipo hasta 1,2 kg, mucho más razonables.
La verdadera revolución llegó más adelante, cuando se optó por sustituir el transmisor de radio por un registrador transportable, cuyas grabaciones pudiera analizar posteriormente el cardiólogo. Inicialmente se utilizaron magnetófonos de audio modificados, provistos de electrodos (de 3 a 7, según el tipo) en lugar de micrófono, alojados en un maletín no muy distinto de los grabadores analógicos de sonido profesional, y que el paciente llevaba al hombro en bandolera. El equipo disponía de un pulsador para que el paciente pudiera marcar las incidencias (arritmias, taquicardias), lo que facilitaba la localización posterior para su análisis. Esta característica se mantiene en los modelos actuales.
El sistema Holter ha ido evolucionando en paralelo a la tecnología de audio de consumo, y hacia los años 70 los magnetófonos de carrete abierto dejaron paso a los de cassette, de modo que el registrador Holter parecía más un Walkman (foto de la derecha) con electrodos en lugar de auriculares. Estos modelos utilizaban cassettes C60 o C90 pero funcionando a muy baja velocidad, la suficiente para lograr una duración de 24 horas. El paciente podía llevar el registrador más discretamente, al cinto o en un bolsillo. A esta generación corresponden también los primeros sistemas automatizados de análisis del registro, que proporcionan gráficos y estadísticas.
En la actualidad, los registradores Holter son dispositivos mucho más compactos, ligeros y robustos, ya que no graban en cinta magnética, sino en memoria flash, como cualquier reproductor musical MP3. El SEER Light de General Electric (foto de la izquierda) mide lo mismo que una tarjeta de visita y pesa 78 gramos, pilas incluidas. Los 64 MB de capacidad de su memoria interna son suficientes para registrar los latidos durante periodos de 24 horas o más, en dos o tres canales. Ciertos modelos permiten descargar los datos en tarjetas de memoria Compact Flash, y todos se pueden conectan a un ordenador que, equipado con los programas necesarios, lleva a cabo en pocos minutos el análisis que servirá al cardiólogo para emitir su diagnóstico.
Eso sí, como ocurre en cualquier producto o servicio que tenga que ver con la medicina, los precios de estos equipos no tienen nada que ver con los de los dispositivos móviles que utilizamos normalmente.
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